Por Ayelen Rodríguez
Corro rápido como estrella fugaz.
Temo perder, asustarme, arrepentirme, que me duela.
Miro el piso para no caerme, tropezar, quebrarme.
Miro las zapatillas y tengo el cordón desatado. Me lo ato rápido. Trato de prevenir problemas.
La mirada va hacia adelante.
No estoy corriendo tan rápido en realidad pero siento que estoy muy apurada. Más de lo que pensé que iba a estar. Más de lo que parecería si me vieran.
El destino no está del todo claro, aunque parece prometedor. Y yo me quiero apurar para no llegar tarde a su sorpresa.
¡Ayelen, Ayelen, para un poco!
Paro.
Me grité cuando me di cuenta que no estaba tan bueno correr.
Miro hacia arriba.
Por primera vez en mucho tiempo, miro al cielo.
Un segundo sin nada, más nada.
Siento que soy la persona más afortunada del mundo. Tal vez me dure poco este sentimiento y sigo mirando el cielo celeste. Yo acá abajo, chiquita, un granito de arena en la humanidad, un fueguito en el mar de fueguitos; libre, rodeada de afectos, salud, techo y comida, sintiéndome la persona más afortunada del mundo. Y el cielo está celeste intenso.
Muy cielo está el cielo.
Celeste parejo. Celeste profundo y liviano, suspendido en la eternidad. Celeste puro.
Nunca lo vi igual. Creo que nunca miré al cielo como hoy porque nunca lo pude ver tan celestial al celeste del cielo. Al celeste de arriba. Al celeste que pinta las flores y el mar. Pasó ya un rato. No sé cuánto. Ahí estuve detenida y no corrí a ningún lado. En ese momento estaba yo conmigo. Y estuvimos, también estabas vos. Hoy te encontré en ese cielo. Sí, vos estás donde te quiero ver.
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Moraleja: hay que mirar más para arriba.
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La foto (sin filtro) fue tomada el 17/12/2019 a las 18.45hrs, en Berazategui, Bs.As., Argentina.
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